Nadie me conoce, ni conozco a nadie,
vivo en el silencio de los azules del Ande,
no sé si canto, no sé si lloro,
oigo las ruidosas frases de pedantes,
quiero las verdades de los justos vates.

Canto porque todo en este mundo canta,
ya con bellos ritmos o descompasados,
ya con orden bello, ya con desorden vago;
pretención alguna no es la que me exalta.

Soy bardo inocente, como el ave inquieta,
huyo de aquel ruido que da pompa y fiesta,
no perturbo a nadie sólo es mi cantar
en silentes cumbres o en dormido mar.

No sé del bullicio de gobernerías,
soy cual ave extraña de oculta montaña,
de mí nadie sabe si algo me acompaña...

Cómo decir pueden los grandes cantares
que aquel dulce arrullo de mansa paloma
no es un modelo de honda poesía,
que la ciencia y arte sin saberlo doma?

¿Qué zorzal, la alondra, se sus propios cantos
no desprenden ritmos de linda armonía?
Qué al compás canoro ce múrmuras frodas
no cantan bellezas con claros días.

El sentimiento natural del corazón y el alma, a
ante claros de un misterio vago,
hace que cante mi espontáneo ritmo.

Cuando alguien quiera desechar mis versos,
antes lo pese en la balanza justa:
si ésta se inclina a mi desprestigio,
debo decir con emoción serena
que toda ave canta sin ofensar y
toda emoción en la naturaleza es canto.

Canta el ave, canta el río,
cantan las frondas,cantan los mares,
canta el hombre sus pesares como también sus desvíos.
Toda emoción profunda expresada
con belleza embargadora del corazón y del alma
es poesía.